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Expedición al Desierto de Sahara desde Marruecos!

  • Foto del escritor: Pablo Perez
    Pablo Perez
  • 27 ago 2019
  • 4 Min. de lectura

Cruzar el desierto en camioneta, visitar una ciudad del siglo XI en donde Hollywood rueda sus películas, dormir en jaima, ver las estrellas con la mayor claridad y presenciar un gran amanecer. Una de esas experiencias que tenés que vivir por lo menos una vez en tu vida.


En mayo de 2016, durante nuestra estadía en Marrakech, importante ciudad situada en Marruecos, decidimos junto a mi hermano Gonzalo, hacer algo único: dormir en el desierto.


Hay dos opciones para vivir este tipo de experiencia saliendo desde Marrakech. Una de ellas es ir al desierto de Zagora (2 días y 1 noche) y la otra ir a Merzouga (3 días y 2 noches). Por una cuestión de tiempo nosotros optamos por la más corta. Tengo que aclararte que ambos pertenecen al gran Desierto de Sahara, que es el más grande del mundo, pero dentro de este uno se encuentra con distintas regiones las cuales adquieren sus respectivas denominaciones.


Contratamos todo con anticipación desde Argentina por unos 140 euros aproximadamente. La realidad es que hay cientos de empresas que realizan estos servicios pero nosotros nos inclinamos por una que encontramos en internet llamada Civitatis. Es muy reconocida en España, país al cual pertenece.


En fín, un guía nos pasó a buscar por nuestro hotel a las 8 de la mañana en una camioneta Toyota Prado bien equipada. Luego fuimos a buscar a una pareja de catalanes, Jordi y Montse, de quienes nos hicimos muy amigos. Es el día de hoy que continuamos hablando a través de las redes sociales. Junto al guía y a ellos, entonces, comenzamos nuestro viaje. Primero son unas 8 horas en camioneta. Estas se vuelven un poco largas y molestas. Aclaro de todas formas uno va parando y visitando distintos lugares para tomar fotografías. Uno de lo que más me llamó la atención particularmente fué Ksar Ait Ben Haddou, que data del siglo XI, y donde se llevaron a cabo importantes rodajes del cine y la televisión estadounidense, como es el caso de La Joya del Nilo, Gladiador, Indiana Jones, Game Of Thrones, entre otras tantas.



Después de visitar ese interesante pueblo y hacer una parada para almorzar algo marroquí (como es de esperar mi hermano y yo no probamos bocado...ja), continuamos rumbo al desierto. El guía nos colocó los turbantes, que los habíamos comprado en uno de los precarios negocios callejeros. Estos no son usados por mero capricho, sino que sirve para protegerse del sol que se vuelve realmente insoportable y se cubrir el rostro en caso de alguna tormenta de arena.


Una vez en Zagora, nos subimos a los dromedarios (no es lo mismo que un camello). Los nuestros tenían una sola joroba pero muy alta alta, mientras que los camellos tienen dos, más bajas. El recorrido hasta el campamento fué de una hora. Está buena la experiencia, pero creéme que el dolor de ingle es importante... 


Al llegar nos dimos cuenta que el típico ¨desierto¨ que uno imagina no estaba allí, sino que estabamos en la ¨entrada¨ al mismo. Las famosas dunas altas están mucho más adentro, y podría llevar varios días más adentrarse allí. Nosotros estuvimos en el pre-desierto. De todos modos, estás en el medio de la nada.


El campamento estaba realmente completo y bien equipado. Los baños eran compartidos, al igual que el comedor en donde se cenaba. Las carpas son de a dos o más personas. Yo dormí junto a mi hermano, aunque la palabra ¨dormir¨ en este caso es un poco mentirosa, ya que la realidad es que no pegamos un ojo por miedo a la posible entrada de animales. Veníamos un poco asustados porque ingresó una araña del tamaño de mi mano a la carpa de la cena y otra de la misma dimensión fué encontrada sobre la cama de una chica. Dificil acostarse tranquilo sabiendo eso...


En fín, antes de acostarnos presenciamos un show brindado por los guías, en donde se ponen a cantar canciones en berever (idioma original de Marruecos) alrededor de un fogón y bajo la luz de una luna rodeada por miles de estrellas. Tantas, que podría decir que se te eriza la piel presenciar una de esas noches.


Después de pasar unas cuantas horas en las que se descansó poco y nada, los guías nos levantaron a las 06:40 am para disfrutar de un bello amanecer. A través de las dunas se asomaba una bola de fuego imponente, digna de ser vista, llamada Sol, para luego de eso emprender la vuelta hacia la ciudad de Marrakech.





El regreso se volvió un poco más engorroso, ya que uno en esos momentos solo desea llegar y acostarse. El cansancio es muy grande, más de lo imaginable. La duración es de poco más de 8 horas y se hacen algunos parates, como en Ouarzazate, por ejemplo, conocida como ¨La puerta del desierto¨ y en donde se sitúan unos importantes estudios cinematográficos de Hollywood. Es un poco extraño, porque en medio de tanta pobreza uno se encuentra con imponentes estudios de cine y televisión en medio de la nada.


Al llegar de la travesía nos despedimos de Jordi y Montse y quedamos en seguir en contacto. Por supuesto que así es y así será. 


La experiencia vivida fue enorme. Aveces no me alcanzan las palabras para agradecer a Dios y a mi familia todo lo que ellos me permiten ver día a día. Hay gente que me dice que soy un bendecido y privilegiado por conocer todo lo que conozco. Realmente sí lo soy, al igual que mi hermano. Tener el honor de pasar una noche en el desierto más grande del mundo es algo que no sé si podré volver a hacerlo, pero es algo de lo que nunca me voy a poder olvidar. Impresionante por donde se lo mire.



 
 
 

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